Más que con otro mundo, Novela abre con una dimensión paralela, desconocida hasta ahora, un espacio en el que Fito Páez ha trabajado durante décadas dando vida a los lugares y personajes más retorcidos de su larga carrera. Una academia de brujería en la que no se respeta ningún sentido de la simetría, no hay sillas ni camas porque el descanso no existe, no hace falta. Allí, los alimentos “no se ingieren, se imaginan”, y ningún objeto se parece a los que conocemos en la Tierra. Allí hay camellos con cabezas de teléfono y cíborgs medievales.
Rectitud Martirius, férrea e implacable rectora de esta institución, impone el examen más difícil: “La formación de un romance perfecto en parajes lejanos”. El problema es que sus alumnos no imaginan lo que puede ocurrir cuando se juega con el amor.
El tiempo pasa, como ha pasado desde que el rosarino empezó a crear todo esto, y el Circo Beat llega a nuestra dimensión, a un pueblecito argentino, después de atravesar un agujero negro, en contra de la fuerza de gravedad más poderosa del universo, y ese circo es “un antiguo organismo pleno de viejas historias y rencillas de todo tipo”. Se acerca a la vida misma, y se ubica cerca de un “prostíbulo bienhechor”.
Entonces, ocurre una tragedia, y los testigos distorsionan el recuerdo tal como cualquiera deforma su propia historia para encontrar asideros que le salven la vida, aunque queden heridas, rencores y cabos sueltos, esas cosas que también dan forma a la vida.
Y dejamos ahí, porque es mejor entrar en Novela, en la magia de esto (que durante tantos años circuló extraoficialmente como un demo, como un bootleg), y hablar con su creador para entenderlo mejor, aunque él no vaya a darnos nada masticado.
Fito, empezaste a trabajar en Novela hace ya más de 30 años…
Sí, en realidad fue en el 88. Fue en paralelo con Ey!, me acuerdo. Yo necesitaba sacarme el fantasma de Ciudad de pobres corazones, que es un disco maldito que hubiera preferido no escribir. Entonces, empecé a juguetear, y apareció Ey!, pero en paralelo a la composición estaba haciendo Novela, que después se puso en paralelo con la hechura de Tercer mundo, y después se puso en paralelo con todos los discos que seguí haciendo, porque duró muchos años, precisamente porque la idea era poder filmar una película también.
Vos debes recordar o saber del modelo de Quadrophenia de The Who, que era contar una historia con canciones y en la tapa del álbum meter al oyente a través de una lectura previa de un texto. Townshend contaba un poco el contexto donde sucedía la historia entre los mods y los rockers en la Inglaterra de esos años, y termina siendo una fotografía de la clase media inglesa.
El formato me interesaba en esos años, contar una historia dentro de un álbum, pero con personajes y ubicar al oyente con fotografías o dibujos en el lugar donde va a suceder todo. Entonces, tomando ese modelo, inicié la composición y la escritura de un guion en paralelo; todo se iba modificando a medida que iba escribiendo también. Aparecieron muchos amigos que ayudaron y aportaron a esto o a lo otro. Para resumirte, porque es larguísima la historia, de las 12 canciones originales quedaron solo cinco en el álbum y compuse las otras 17 en abril del año pasado.
Claro, ese es un punto importante…
El material más grande lo hice el año pasado. Siempre en el marco de las piezas que decidí que eran fundamentales para contar la historia de aquellos años, porque había algo ahí de una pureza increíble. De las que quedaron no toqué una sola coma del texto ni de la música; solo rearreglé el arreglo de cuerda que tenía en el 88, ahora es otro, o rearmonicé alguna canción, pero te diría que están casi todas igual.
¿Cómo fue encontrarte con eso que habías hecho a los veintitantos? ¿Cómo fue el reencuentro con ese material?
No fue nada sorprendente, porque todo el tiempo estaba revisando los materiales, los grababa de vuelta, los investigaba, agregaba una canción más para ver si funcionaba, probaba cosas. Siempre estás revisando mucho material; la tarea del músico es estar encerrado en una casa, en un laboratorio. Entonces, no fue, “¡Mira esto que estaba ahí escondido!”, no. Siempre fue un proyecto que estuvo cerca, solo necesitaba mucho tiempo para realizarlo, y por otro lado, también una especie de espacio de libertad real. Acá necesitaba una gran cuerda, necesitaba que grabáramos todos juntos, necesitaba hacer mucha tarea de escritura de orquesta y de grabar, para después pasarlo a papel. Había que hacer mucho laboratorio, y para eso necesitas tiempo y dinero, no es así no más… Tomé la decisión y Sony me apoyó con todo.
Hay una cosa que me llama mucho la atención, y es encontrar que el Circo Beat es un concepto del 88. Cuéntame un poco sobre eso, por favor.
Lo que terminó llamándose ‘Circo Beat’ en Circo Beat se llamaba ‘As de póker’ y era el circo que estaba dentro de Novela. Pero como veía que Novela no avanzaba, ‘As de poker’ pasó a ser ‘Circo Beat’, que fue una canción maravillosa. Ahora el ‘Circo Beat’ es el circo de la historia y está en Novela. El otro día le contaba a un colega que me preguntaba por el proceso de Novela, de tantos años, y yo decía algo que me resulta de lo más natural, y es que hay cosas, músicas, proyectos que están allí hace muchos años y que, en un momento, por algún motivo u otro, necesitan salir, y vos también necesitás soltarlo.
Me había pasado con Confiá (2010). Me acuerdo que fui a grabar el álbum, y no tenía nada, tenía solo ocho compases de aquí, 16 de allá, una idea para una letra… esta canción ‘Confíá’ terminada entera sin letra, que es dificilísima la métrica de la melodía. Finalmente, me voy a este lugar, a Córdoba, a un hotel, me llevo una veintena de músicos, técnicos, y nos vamos con unos generadores de sonido, una consola, y yo no tenía nada… Finalmente, el álbum apareció y la letra de esa canción maravillosa apareció, y se llamó ‘Confiá’, porque la experiencia se trató de confiar.
Entonces, también vivir las cosas hace que le des vida a esas músicas, a esas palabras en algún momento, un poco más tarde, pero todo lo que hacemos tiene que ver con el tiempo. A eso voy, y que eso no tiene que asustarle a nadie. Todo está “enreverado” en la materia del tiempo, y [hay que] tener la paciencia para saber cuándo eso tiene que ver la luz. Que no te gane la ansiedad, no tiene que existir el déficit de atención, al contrario, tenés que estar muy atento a ver cuándo aparece esto sí, esto no… estar atento en otra dimensión, ¿viste? Es ahora, no es en otro momento, y tener la certeza de que así sea. Llegar a esa certeza con los años, es una sensación muy bonita.
“Es tan compleja la obra, tan compleja, y tiene tantos significados que creo que cada uno tiene que bucear ahí y nadar, si tiene ganas. ¡Pero necesitás tiempo, te quita una hora y diez, con el teléfono apagado!”
Leyendo el texto que escribías sobre toda esa mitología, porque es una mitología lo que tienes ahí, yo pensaba que seguramente uno puede ponerse muy erudito y muy intelectual al mirar esto, pero a mí lo primero que se me vino a la cabeza fue Harry Potter.
¡No! [Risas].
Claro, Harry Potter es muy posterior al ochenta y pico.
¡Claro! [Risas].
Pero, a lo que voy es a la historia de esta escuela de magia que aparece en Novela, y todo lo demás…
Sí, pero está todo enreverado, es mucho más lisérgico, y todo eso va a influir con un circo pobre y un pueblo muy chiquitito, perdido en una provincia de un país que nadie se acuerda en el mundo. No tiene nada que ver con Harry Potter, te diría. Te diría que tiene más que ver a lo mejor, si querés ir al cine, en otro sentido, con The Last Picture Show de [Peter] Bogdanovich. O sea, la historia de un pueblito, ¿qué pasa ahí adentro? Y en este caso influido por cosas que suceden en otras dimensiones y que ponen a jugar la idea del destino, también. Porque estas brujas [en Novela] se ocupan de intentar modificar el destino a través de un decálogo de cosas que se pueden y no se pueden hacer. Y todos esos decálogos académicos son violados para que el objetivo, que es la formación de un romance, se lleve a cabo. Son violados con instructivas paganas, y eso es lo más divertido que tiene; el mundo pasional, pagano y terrestre, irrumpe en la academia y dice: “Bueno, muchachos, ustedes no pueden hacer esto”.
La tía Charito es un personaje maravilloso que está en Novela, y a la vez es un homenaje a mi tía Charito, fallecida el año pasado, y a quien el álbum está dedicado también. Es un personaje fascinante que todos conocemos, todos los que hemos vivido en provincia tuvimos una tía Charito o conocimos una tía Charito. Así que no, está lejos de Harry Potter, muy lejos.
Claro. Teniendo en cuenta que la base de Novela surgió en los 80, ¿cómo recuerdas la cultura argentina de esos años, y en qué medida incidió en esa creación?
A ver, es difícil meterse uno en la historia, ¿viste? Podrían ser dos respuestas diferentes. Primero, la historia tiene que ver con tu imaginario. Todo el imaginario de la película está basado en un disco [Quadrophenia] que mi papá me compró en la disquería Olivera en Rosario, en la calle Ceballos y Corrientes, y en cómo me fascinaban los Who en esa casa de clase media baja, metida en medio de la ciudad… Eso cobra vuelo con tu pueblo, donde vos creciste cerca de Rosario, con toda tu imaginería. Eso forma parte de uno más que de la cultura de un país, ¿viste?
Yo simplemente toda mi vida traté de poner en escena mis deseos y de cumplirlos de alguna u otra manera, en la medida de lo posible. Aunque parezca tan sencillo decirlo en palabras, a veces es complejísimo hacerlo posible. Y después, la cultura de aquellos años, ya ni me acuerdo. Recuerdo que yo era un chico de 25 años, muy desfachatado y con muchísima libertad; era una Buenos Aires que ardía para los chicos de mi edad. Era todo un exceso, pero ese es un tema aparte, hay que hablarlo con un sociólogo, más que conmigo. Yo te puedo hablar de eso porque también formé parte de una tribu en esos años. Entonces, formé parte de la tribu de los jóvenes que hacíamos música, teatro y danza, los poetas de aquel momento, los actores y las actrices… formé parte de esa tribu que fue tan hermosa, tan revolucionaria, tan poco domesticada, tan salvaje y tan creativa. Así que ese podría ser el marco que recuerdo de aquellos años, ¿no?
Pinta tu aldea y pintarás el mundo. Cuando más al detalle vas, como va Novela, más vas a ver de todo. Si hacés un poco de foco, bueno, ahí están los Beatles, ahí está García, ahí está parte del folclore, ahí está el tango, está la lisergia, está la cultura rock. Yo creo que los que se metan de verdad ahí adentro van a encontrar un montón de cosas para interpretar o leer otras cosas que están afuera de la música. Pero bueno, no es mi tarea esa.
¿‘Súper extraño’ es del año pasado o del 88?
Sí, del año pasado.
Ahí me llamó la atención que hablas de “una música horrible”, de “una música cero”.
Es lo que le parece a Jimmy [tocayo del protagonista de Quadrophenia, guitarrista, huérfano, y cantante de una banda llamada Argentina es una Trampa]. Jimmy está haciendo una música y le dice a Loka: “Mira, la música de hoy no está buena. Tenés que escuchar esto’. Está lleno de personajes, no estoy hablando de una persona.
¿Hasta qué punto los personajes te prestan su voz o hasta qué punto simplemente juegas con ellos?
Ah, uno es todos los personajes, siempre y en cualquier cosa que hagas. Vos sos todos los personajes, y le haces decir a cada uno… sos el dueño del destino de cada uno. Después está en uno saber si está ahí jugando, mintiendo o poniendo algo de su verdad. Como dijo [James] Joyce con su Ulises, no pienso hacerle la tarea fácil a nadie. Es tan compleja la obra, tan compleja, y tiene tantos significados que creo que cada uno tiene que bucear ahí y nadar, si tiene ganas.Pero ¡necesitás tiempo! Te quita una hora y diez con el teléfono apagado. [Risas] ¡Parece una locura eso hoy en día!
Hay un punto en el que mencionas una inquisición moderna, ¿de qué estás hablando ahí?
Ah, en el texto dices. Claro, porque hay una… tampoco le contemos todo al lector, ¿no? Quiero decir, me gustaría que lo descubra la gente, pero hay algo donde sí se quiere hacer una cosa medieval, y eso también quiere contar que en el corazón humano habita también la locura y la maldad. Los pueblos pueden enloquecer en un segundo, ya sea un pueblito chiquito o un pueblo enorme; hay muchas cosas atávicas en el relato.
¿Sientes que vivimos un poco en el marco de una inquisición moderna?
Eso sucede en la historia. Digamos, analizar nosotros el mundo… A mí cada vez se me hace más dificultoso leer y comprender el mundo, es tal el aluvión de subjetividades que yo ya no pretendo comprender nada. Lo único que quiero —no pretendo— es ser lo máximo que pueda en el sentido de la emocionalidad y la inteligencia en lo que hago. Brindar todo eso con pureza, con dedicación, con trabajo, con amor, con rigor.
Entonces, creo que el mundo a lo que nos lleva es a tomar esa instancia como la única instancia de dominio sobre la acción cívica, porque todo lo demás puede terminar en una charlatanería que se nos escapa de las manos. Ahora, Novela no se me escapa de las manos. Ningún álbum que hago, ni ningún concierto que hago, ni ninguna película que hago, ni ninguna novela que escriba, ni ningún ensayo, como el que voy a publicar ahora sobre la música en el siglo XXI, se me escapa de las manos. Entonces, yo con eso ya puedo navegar, no te digo tranquilo, porque vivimos en un mundo de tormentas, pero me despreocupo un poco de la locura de los demás, de las neurosis de los demás, de la subjetividad de los demás, de las opiniones de los demás. Aparte, uno ha vivido siempre así. Yo recuerdo que lo que ahora habla la derecha mundial, “Sos comunista, sos homosexual y drogadicto”, eso sucede desde que tengo 14 años [Risas]. Tienes una pantalla y todos pueden opinar un poco más, pero no es nada nuevo. Todo lo que estaba ligado a la diversión o al hedonismo, o a la búsqueda de ser quien uno es, o andar buscando quién uno es, siempre estuvo condenado socialmente. La ilusión de que eso va a ser parte de una gran mayoría me pareció siempre una falacia. Así que a mí no me sorprende nada el giro a la derecha. ¿Qué giro a la derecha? Se vivió siempre a la derecha, y las izquierdas incluso han sido tan o más conservadoras y policías que las derechas. Me tiré sin cuidado en un punto, por suerte. No porque no preste atención al afuera, sino porque me protejo del afuera. Ahora, con la invasión de pantallas y todo eso, estoy acá con mi libro de [Pier Paolo] Pasolini, con el de Leonora Carrington. Estoy comenzando los cuentos completos de [Jack] London, ¿verdad? Y tengo 20 libros más acá. O sea, ahí está mi mundo, ¿viste?
“El reggaetón es la ANTIESTÉTICA. […] NO tiene obra. No es un género que tenga ni historia… Al reggaetón lo desaparece Mozart, lo desaparece Bach, ni siquiera nosotros. Sobre todo, es una música misógina, atrasa la aguja”.
Los colegas de Rolling Stone en Argentina hablaban de cómo en algún momento habías dicho que Novela estaba influenciado por gente como Fernando Noy, Roberto Jacobi o Horacio González, y planteaban que serían personas absolutamente perseguidas hoy en la Argentina de estos tiempos…
¡Sí, pero siempre lo fueron! [Risas] Ellos fueron medio mis maestros en un sentido, y mis compañeros de ruta. Horacio —ya fallecido— fue mi hermano mayor, con Roberto estoy en contacto permanentemente, a Fernando hace mucho no lo veo, pero lo que aprendí con Fernando, con poca gente en el mundo… espíritus libres, juguetones, eruditos, locos, delirantes. Sí, ellos fueron compañeros de ruta.
A pesar de todo lo que te proteges de esta locura, ¿a qué reflexiones te empuja ver lo que siempre hemos visto, en mayor o menor medida, pero que ahora vemos con tanta intensidad en tipos como Trump, Milei, Elon Musk y todos esos? ¿A dónde te lleva, a pesar de toda esa protección? ¿Hasta dónde vulnera esa protección lo que estamos viendo ahora?
Yo soy un privilegiado, Ricardo, puedo protegerme todo lo que quiera porque apago el teléfono, me encierro y hasta luego, al búnker. No hay problema.
Acá la diferencia está en… es gente muy ignorante. Es muy difícil hablar con gente que toca una sola nota del piano, habiendo tantas notas. Entonces, cuando un tipo viene y toca la misma nota, pum, pum, pum… ¡Uy, qué música aburrida! Te vas… Ahora, el daño que puede generar eso, sí me preocupa en la sociedad civil, por un lado.
Y por otro lado, también creo que quedan dos caminos. O esto es una barranca definitiva, que podría serlo, y acá no me quiero mandar yo con mi inconsciente porque ya estoy en los 60, entonces empieza una barranca, se supone, creo que no. O es una cosa circular, todo esto ya va a pasar y van a venir sociedades un poco más cálidas, generosas y solidarias. Ahora, el germen de la corrupción, discúlpenme, damas y caballeros, está en el corazón humano, eso no lo van a poder mover, no se puede mover.
“Que algo cambie para que nada cambie”, escribió [Giuseppe Tomasi di ] Lampedusa en El gatopardo. Me parece que hay que aprender un poco de la historia y saber que la historia se repite, no siempre de la misma manera. Entonces, en ese sentido, cuando aparece gente y dice: “Bueno, vamos a cambiar el mundo”, y esas cosas… No se puede cambiar el mundo, muchachos. Nadie sabe cómo se hace eso. Siempre hay algo que se te va a escapar de las manos y eso que se te va a escapar de las manos es la humanidad. No se puede domesticar a todos, no se puede matar a todos. No se puede eliminar la risa, no se pueden eliminar los recuerdos. No se puede eliminar la memoria. No se puede.
Podés generar una nueva tecnología y matar a todo el mundo y poner gente con chips o robots, eso sí es posible. Pero no sé si matar a todos. Va a haber uno muy piola, se va a enterrar en un pozo, ¿viste? Se va a rodear con un traje de amianto, él y una chica, y todo se va a seguir moviendo.
Digo, yo no sería tan distópico, ¿sabes? Mejor dicho, puedo serlo para mis adentros, pero no me gusta para fuera; transmitir y sentir eso tampoco me gusta. Me gusta pensar en la esperanza. Novela es un canto a la esperanza, te diría, y al amor. Al amor con todas las letras, de alguien que sabe lo que es el amor, de alguien que sabe lo que es la esperanza y de alguien que sabe lo que es la locura, también.
Me parece que hay que esperar y ver; pensar que es una barranca abajo es una situación muy borderline. Vamos a pensar lo otro y a trabajar para el otro. Novela es mi granito de arena para eso. Conozco gente cálida, linda, enrollada… cuanto más lejos tengamos esto [muestra su teléfono celular], mejor. Porque esto es el mal, no es que “se nos escapó de las manos”, como dijeron los muchachos de Silicon Valley. No, era un plan.
Entonces, cuando ya descubriste el plan y ves hasta dónde ha llegado, salirse un poco y recuperar el polvo, el beso, el abrazo, coger, besarse, hacer música, escuchar música alrededor del fuego; a lo mejor ese es el lugar de la resistencia. Sacarles un poco toda la cosa rimbombante a estos fantoches del fascismo, gente muy ignorante, profundamente ignorante, no puedes subirlos al ring. No están a la altura para ser mis enemigos. Por eso espero enemigos con más luces.
Que estén “a la altura del conflicto”…
[Risas] Por el momento cacarean por ahí.
Hace un rato hablabas sobre el tiempo, ¿cómo está siendo en este momento tu relación con el tiempo? En nuestra entrevista anterior hablábamos un poco de eso, estabas por llegar a los 60 años, un punto de referencia. ¿Cómo es hoy tu relación con el tiempo y con tu edad en términos de nostalgia, revisionismo o cierre de ciclos?
¡El tiempo se acaba! [Risas]. Eso es lo primero que sabes, como que se va a terminar, y es muy pronto, y todo pasa a mucha velocidad… A ver, hay que prepararse para nuevas batallas. Me parece que esa es la manera más inteligente de pararse en algún momento de tu vida; darte cuenta de eso, y saber que para llegar más lejos y más lúcido tenés que hacer ejercicio, tenés que alimentarte bien, tenés que abandonar algunos hábitos salvajes. Finalmente, lo más importante es el amor, compartir el amor con tus hijos, con tu familia, con tus amigos, con el público en los conciertos, que son esas ceremonias tribales extraordinarias, momentos de altísima generación de energía positiva que te hacen mucho bien, obviamente. Entonces, para hacer eso tenés que estar bien [Risas]. Eso por un lado, y por otro lado, la idea de que la vida es sueño y el tiempo es una ilusión y todo aquello, obviamente suena muy romántica, pero cuando los años se vienen encima, ves que podés compartir con cosas muy concretas y no tanta metáfora y tanta poesía y tanto delirio místico o esotérico u onírico. Sí que entendemos que hay una dimensión en los sueños, donde uno puede vivir otras vidas, está clarísimo, pero si no parás con la grasa y con la harina, todo se va a deteriorar antes…
El año pasado tuve una caída brutal donde me quebré nueve costillas. Fue una situación muy borde, muy límite, de riesgo a muerte, bastante fulera. Por supuesto, ahí se activaron un montón de mecanismos internos, cosas del pasado, ¿cómo llegué hasta allí? ¿Por qué pasó? ¿Por qué no pasó algo peor?
Yo creo que fue también una especie de regalo de la vida, y posiblemente de mis muertos: “Mira, esto es así. Si te duele es porque estás vivo. Entonces, cuidate y disfrutala”. Eso fue muy importante porque también estuve un mes y medio enchufado con opiáceos, de Fentanilo para abajo, lo que te imagines, tuve unas tres semanas de síndrome de abstinencia por Tramadol, la última porquería que te dan antes para el dolor. Estuve ensayando y tres semanas sin dormir… Es un procedimiento que te va poniendo un poco en la cara que hay cosas que son duras y que son enseñanzas, aún a esta edad. Un pequeño accidente doméstico puede hacer temblar tu vida entera y la de la gente que te ama.
Me llevo muy bien con el tiempo en ese sentido. Ascendí en un nivel de consciencia donde hay que generar amor en buenas energías y algo hermoso para los demás. Es mi tarea. Lo siento por las fuerzas oscuras, que yo no cumpla con sus designios, pero voy a seguir insistiendo en generar amor y belleza. Y eso es todo lo que me ha tocado hacer en el mundo.
Ahora que hablabas del accidente, del cuerpo y todo esto, recordaba un libro que leí hace poco, Alpe d’Huez de Ricardo Silva Romero, donde dice: “El cuerpo es el tiempo. Si el cuerpo se acaba, el tiempo se acaba…”.
Total.
En ese panorama, ¿qué representa el hecho de que vuelvas a mirar álbumes como El amor después del amor, Giros, Circo Beat, y que vuelvas a trabajar sobre Novela con esa perspectiva?
Comprendo tu mirada ahí. Mi amigo Martín Rodríguez, un gran ensayista, un poeta inmenso que es muy gracioso y muy inteligente, me dijo: “Guarda con lo que vas a hacer con Del 63 y Circo Beat, porque te vas a encontrar con el pibe que fuiste”. Yo pensé, “Bueno, ¿qué me está queriendo decir este?”.
Tenía razón, cuando empecé los ensayos, si bien yo estaba todavía saliendo del síndrome de abstinencia y todo, me empecé a desarmar por completo. Todo lo que venía haciendo para recuperarme del cuerpo, cuando llegaron los ensayos, preguntale a mis músicos, cada 15 o 20 minutos me quebraba cantando los textos de aquellos años.
En ese encuentro sucedieron muchas cosas hermosas. Primero, contra todos los artistas o pseudoartistas que quieren ocultar las primeras cosas que hicieron porque a lo mejor los juzga la historia… No, yo amo al chico que fui, lo respeto profundamente, lo cobijo y le agradezco.
Le agradezco que me haya permitido ser hoy quien soy, también. Que no me haya permitido retirarme de la honestidad, de la libertad y el compromiso con lo que estaba haciendo. Primero eso, qué fuerte el pendejo este metiéndose ahí con la ciudad, con los muertos, con el pasado, con los diferentes géneros de música que escuchó, inventando un nuevo tipo de canción, ubicándose en el mundo, contándole al mundo lo que él veía cuando era pibe. Mezclando a [Antônio Carlos] Jobim con Charly García. Ese pibe hizo muchas cosas, mezclando a los Beatles con Mahler, el final de Circo Beat, ‘Nada del mundo real’; mezclar a Elvis Costello con el ‘Normal 1’, la escuela donde iban las chicas en Rosario o mezclar ‘Penny Lane’ con eso… En fin, fue un chico muy atrevido.
Entonces, las dos cosas, mucha emoción, que la fui dominando con el paso del tiempo y con el retiro del Tramadol, hay que decirlo; los opiáceos tardan seis meses en retirarse del sistema nervioso. Así que estoy recién ahora terminando, me queda un mes más todavía. La caída fue el primero de septiembre.
Entonces, es un encuentro fuerte, salvaje y emocional, y por otro lado, decís: “Qué suerte que se me ocurrió y no detengo esa música ahí”, volver a revisarla. Yo ya lo había hecho con Giros, lo había hecho con El amor después del amor, ahora con Circo Beat y Del 63. Creo que lo haría con todos los álbumes, porque son piezas clásicas modernas y no hay que tenerle miedo a eso. Al contrario, hay que instalarlo como una realidad porque está hecho de manera honesta y por eso la belleza de esa música atraviesa el tiempo de la mejor manera. Como lo atravesaron los grandes clásicos.
Hay que sacarse la careta de la falsa humildad y decir: “Esto está perfecto, muchachos, este es un camino”. Yo aprendí de grandes maestros, y por suerte pude direccionar por el lugar correcto tantas enseñanzas ligadas a la vida fuera del hotel, las compañías de discos y Spotify y YouTube, los bares, la calle, el cine, las aventuras… Que Jack London no sea solo un compañero de ruta o [Charles] Bukowski, sino vivir como vivían ellos en algunos aspectos. Y después están mis maestros de música. El tiempo que me han hecho estudiar, dedicarme, estar en la sala de ensayo, una curiosidad nata… No estar reivindicando tantas ideas grandes por el mundo, sino las más chiquitas. “Dedicate, hacelo vos, salí de la computadora, estate en el piano, estudiá si ganás dinero con esto. No muerde la música”. Todo eso tiene un valor finalmente, y ese es el valor que me gusta reconocer en la revisión de ese material y te diría casi en la reposición orgánica de ese material. Salvo algunas modulaciones, después no toqué nada; los arreglos son los arreglos originales y las partituras sobrevivieron bien.
Te diría que encuentro muy positivo eso, es hacerse cargo de quien uno es, de sus tradiciones. Es poner en escena lo que uno aprendió de los maestros, pero de verdad; hay una obra que lo dice, una obra compleja, un tesoro americano, te diría.
Cuando en algún momento el mundo se retire de estas formas tan elementales de pensar, se salga de la misoginia del reggaetón, se salga de la anulación melódica y armónica. Por ahí se puede pensar el mundo de vuelta sin tanto temor a las máquinas algorítmicas. Por suerte, eso nunca lo he tenido, y he crecido con maestros de la estatura de Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Charly García, Horacio González, Quique Fogwill, Liliana Herrero, Mercedes Sosa, y miles. Entonces, estoy formado y criado de la mejor manera. Y eso, como está ligado al sentido profundo de la humanidad, el pensar la humanidad como algo complejo, enreverado, enloquecido por momentos, lo voy a defender con uñas y dientes porque los seres humanos también somos parte de algo irracional. Más que asustarse, hay que conocer la materia y no salir corriendo de las horas de estudio, de grabación y laboratorio, que es donde uno encuentra la verdad, posiblemente, de su pobre espíritu.
“Basta de denigrar lo intelectual o la intelectualidad, como si eso fuera un pecado. El intelectual es una persona que usa el intelecto, nada más”.
Ahora hablabas de cómo le agradecías a este Fito de 25 o 26 años, cómo lo admiras, pero, ¿lo envidias?
¡No, pobre! [Risas]. Solo le envidio que sea más joven, pero no sabía nada de lo que sé ahora. Lo ideal sería tener esa edad con lo que uno sabe ahora. Le envidio la juventud. Juventud, divino tesoro, pero estaba muerto de miedo también. Entonces eso tampoco está bueno. Estaba solo, sin amor, en una ciudad que no conocía, sin abrazo, sin familia; le tengo un poco de ternura a ese chiquito. Ahora tengo hijos y sé que me van a amar para siempre; estoy muy protegido en ese sentido. Le envidio la edad…
No sé en tu caso, yo tengo 50 años y siento que nos dicen que el futuro es de los jóvenes…
¡Ah, jóvenes! ¿Qué jóvenes? Son todos jóvenes conservadores… ¿Dónde están? No los veo, no conozco. Perdón, me entusiasmé y no te dejé hablar…
Dicen que quienes tenemos cierta edad ya nos quedamos en el pasado, y que el futuro es de los jóvenes. Sin embargo, siento que los más jóvenes no piensan tanto en el futuro, están solo en el presente, y tal vez somos los viejos los que estamos preocupados por lo que viene…
Yo estoy preocupado por el alto nivel de domesticación de la juventud, por el alto nivel de “conservaduría” de la juventud, por la falta de audacia de gran parte de la juventud y porque son viejos chotos ya casi. No se puede generalizar, obvio. Hay artistas aquí y allá en todos lados, ya sabemos, pero en general, digo, ¿hay algo ahí?
¿No se puede generalizar? Sí se puede generalizar. Y ya discutiremos con alguien en algún momento. A lo mejor esto sirve para discutir en algún momento con alguien más adelante. Quiero ver jóvenes más eruditos, más locos, más arriesgados, más arrogantes, más espirituales, más esotéricos, más patafísicos. Extraño eso.
¿A qué arrogancia te refieres?
La arrogancia de la juventud, Ricardo. Que viene uno y te dice: “Vos sos un viejo choto. Tomá, andate de acá”. Todavía no nació. Me encantaría, porque eso sería lo natural.
Por otro lado, el joven inteligente no hace eso. Esa arrogancia se la guarda, se la traga, y entiende que el mayor, el que le está enseñando, el hermano mayor, el padre, el abuelo, tienen algo de sabiduría que él no tiene, y si es piola, va a intentar aprender de eso. Eso antes se llamaba tradición, tenía que ver con la tradición oral, también, con lo que se enseñaba de generación en generación, de casa en casa y de sala en ensayo en sala de ensayo.
Cuando hablas del reggaetón, me haces conectar con la estética del reggaetón, que es muy arrogante, pero al parecer no es la arrogancia que tú quieres…
El reggaetón es la antiestética. Ojalá no titules con esto, porque sería…
No, no, no…
El reggaetón no tiene obra. No es un género que tenga ni historia… Al reggaetón lo desaparece Mozart, lo desaparece Bach, ni siquiera nosotros. Sobre todo, es una música misógina, atrasa la aguja. A las chicas progresistas les digo: “No bailen reggaetón, boludas. Porque todo contra lo que vos estás peleando, está escrito ahí”.
Entonces, yo no pertenezco a ese mundo. Es una expresión que no tiene nada que ver conmigo, nada. De hecho, están las antípodas. Pareciera la música de la época del fascismo, o del nuevo fascismo; cuanto menos inteligente, más bruto, menos acordes, menos melodía, más básico el ritmo… Bueno, se supone que es lo que funciona. Y si funciona así, el señor George Orwell no estaba tan equivocado. Iban a hacer un plan con el que iban a dominar a la gente con tres o cuatro elementos, y tenía razón.
Con la neolengua de 1984.
Total [Risas].
Cuando hablamos para hacer la entrevista de la portada anterior estábamos en los tiempos de Futurología Arlt…
Sí, mirá qué distinto. Qué otro mundo.
Claro, ahí estabas yendo contra corriente al hacer un trabajo instrumental. Pero acá también estás yendo contra corriente al hacer un disco claramente conceptual; pensar en Quadrophenia, un disco de hace 50 años o más, pensar en un álbum conceptual en tiempos de sencillos y canciones sueltas de dos minutos…
Es hermoso para pensar. A mí no me cuesta nada, es solo dedicarme a hacerlo. Ahora, me parece que si el álbum puede armar una polémica, ojalá la arme. No sé si esa polémica le va a interesar a alguien, pero acá está la bandera de la resistencia.
Nadie va a venir aquí a aplastar nada, porque acá estamos con una muy firme defensa de nuestro territorio, un territorio ganado a fuerza de talento, digo, por mis viejos, ¿no? De esfuerzos, de búsqueda, de inteligencia, de refinamiento, de sutileza… De sexo, también, porque esta música no está encontrada con lo sexual; se hace tanta alharaca con el tema sexual que libera los cuerpos. Bueno, escuchen Prince, escuchen un montón de músicas mías que te ponen a bailar, escuchen a Fattoruso en Uruguay o a Charly García. No es una música intelectual la que hacemos nosotros, solamente…
Aparte, basta de denigrar lo intelectual o la intelectualidad, como si eso fuera un pecado. El intelectual es una persona que usa el intelecto, nada más. Es como el filósofo es la persona que filosofa, o sea, que piensa.
Mira, les va a costar un montón sacarme la risa. Entonces, con la risa y todo esto es muy difícil que pase algo malo, quiero decir, en todo caso se la pierden. La gente que no esté curiosa o metida en ese mood… Es como lo que hablábamos del piano antes, habiendo tantas notas en el piano, las personas que tocan siempre la misma nota, aburren.
Hay una parte en ‘Cuando el circo llega al pueblo’, el primer sencillo que lanzaste con Novela, donde dices: “Cuando el circo llega al pueblo, hay puntos suspensivos”. ¿Esos puntos suspensivos son una incertidumbre mágica, una esperanza, un salto al vacío?
No, forma parte del relato. Es para mantener atento al oyente y después sigue la historia. Es solamente un recurso musical, operístico y literario. Es el tema cinco o seis del álbum. El álbum no arranca así. Es un episodio de paso en la historia.
Esos puntos suspensivos me llevaron a extrapolarlos; como cuando llega el arte, cuando llega la diversión, cuando llega la risa, hay unos puntos suspensivos porque no sabes a dónde pueden conducirte…
Sí, en general los puntos suspensivos abren; a mí todo lo que abre me parece bien, todo lo que invita a algo.
Por otro lado, si analizamos un poquito la idea del circo, el circo no es todo lindo y bueno. En el circo vive gente muy retorcida, muy salvaje. La historia está atravesada por una muerte muy salvaje que sucede entre dos de los protagonistas de la historia y la hija de esa mujer que fallece en una especie de estampida de elefantes que la pisan mientras la hija ve la historia. Ahí se arma un [efecto] Rashomon muy hermoso. No es todo “ah, viene la alegría al pueblo”, no. El circo es un protagonista que va incluso a enfrentarse con el pueblo en un momento.
Está todo muy examinado al borde. Novela no es un cuentito de hadas nada más. Alguna mirada perspicaz y más pícara va a encontrar ahí un montón de la actualidad, de vida política, de vida pasada, de vida actual, va a encontrar un montón de poéticas, también, ahí adentro. Entonces, que el circo llegue al pueblo es… va a comenzar la acción, como dice la canción.
Y finalmente, ¿vas a trabajar en una película sobre esta historia? ¿Ya estás en eso? Ya, tenemos el guion, tenemos bastantes interesados en hacerlo. Estamos en charla ahí con una de las plataformas más grandes, y tengo muchas ganas de hacerlo con mi amigo Matías Gueilburt. La vamos a codirigir porque también la escribimos juntos. Así que sí, estamos pensándolo muy seriamente para el segundo semestre de 2026, si es que el mundo no explota esta noche, Ricardo. Si el mundo no explota esta noche, por ahí llegamos.
POR RICARDO DURÁN
Fuentes: Rolling Stones
Fotografías por Chino Lemus