Durante el segundo semestre de 2024, la tasa de pobreza en la Argentina experimentó una baja significativa con respecto al semestre anterior: cayó del 52,9% al 38,1% de la población, lo que representa un descenso de 14,8 puntos porcentuales. Es decir que se redujo prácticamente en la misma cantidad de puntos porcentuales que había subido durante la primera mitad del año pasado, es decir bajo el gobierno de Javier Milei.
El INDEC informó que en el segundo semestre de 2024 el 38,1% de las personas se encontraban bajo la línea de la pobreza y el 8,2% por debajo de la línea de indigencia. La nueva cifra marca una caída de 3,6 puntos porcentuales con respecto a los datos de igual período de 2023 (41,7%).
La pobreza en la Argentina se mide de dos formas: la más conocida, que el INDEC informa cada 6 meses, es la que se calcula a partir de los ingresos, es decir se estima cuántas personas no pueden comprar los elementos básicos con sus ingresos. La segunda, que se difunde oficialmente con los censos -es decir, cada 10 años-, se trata de la pobreza multidimensional, que además de las cuestiones monetarias analiza el acceso a la educación, la salud y la vivienda, entre otros.
Si bien la pobreza multidimensional se redujo lentamente en la Argentina en las últimas décadas (como se explicó en esta nota), desde el regreso de la democracia en 1983 la pobreza medida por ingresos sólo disminuyó después de dos crisis macroeconómicas -es decir, luego de que había crecido- y “en el período de excepcionales circunstancias externas durante parte de los 2000”, destaca un estudio del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En los últimos 40 años hubo varias metodologías distintas para medir la pobreza por ingresos (principalmente varían las canasta de bienes que se utilizan para medir el umbral de la pobreza, es decir, la vara para medir si una persona es pobre o no) que dificultan su comparación con el dato actual, pero sí podemos analizar -con los mejores datos disponibles- cómo varió esta pobreza en cada presidencia.
Evolución de la pobreza: los ochenta
Si bien los datos del instituto oficial sobre este tema comenzaron a publicarse en 1988, distintas fuentes sostienen que durante la Presidencia de Raúl Alfonsín (UCR) la pobreza bajó en sus primeros años de mandato, pero en los últimos meses de su gestión este indicador subió notoriamente.
Según datos del Centro de Población, Empleo y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires (CEPED-UBA), en octubre de 1982 (14 meses antes de la asunción de Alfonsín) la pobreza en el Gran Buenos Aires llegaba a casi el 22% de los hogares, mientras que el mismo mes de 1985 (ya con casi dos años de mandato) bajó al 14%. En este sentido, en mayo de 1989 (dos meses antes de dejar anticipadamente su puesto) subió al 20% de los hogares y en octubre de 1989, apenas dos meses después de la asunción de Carlos Menem (PJ), el 38% de las viviendas estaba por debajo de la línea de la pobreza.
Agustín Arakaki, economista del CEPED, explicó a Chequeado que este aumento de la pobreza está “principalmente asociado a la hiperinflación”, aunque también se relaciona con un “deterioro del mercado de trabajo” iniciado a mediados de los ‘70, cuando comenzó “una caída en la calidad del empleo, que desembocó en una baja de los ingresos”.
Los noventa
Menem logró bajar la pobreza en su primer mandato. Según los viejos datos del INDEC para el Gran Buenos Aires (GBA), en octubre de 1989 la pobreza llegaba al 47% de la población, mientras que en mayo de 1995 (mes en el que se realizaron las elecciones en las que renovó su cargo) este número llegaba al 22%. Según Arakaki, esto se debió al control del proceso inflacionario mediante la convertibilidad.
Sin embargo, en el segundo mandato de Menem, la pobreza volvió a aumentar. En octubre de 1999, mes en el que se realizaron las elecciones presidenciales que ganó Fernando de la Rúa (Alianza), la pobreza afectaba al 27%, según los antiguos cálculos oficiales.
El Cedlas de la Universidad de La Plata recalculó los datos oficiales de pobreza desde 1992 con la vara actual con la que mide el INDEC y para los 10 aglomerados urbanos para los que hay información desde ese momento. En esa serie se ve que la pobreza alcanzaba el 30% en 1992, mientras que en 1999 era cercana al 40%.
“La recuperación y expansión de la economía entre 1991 y 1994 tuvo un efecto que favoreció la disminución de la pobreza”, sostiene un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). “Entre 1994 y 1997, el debilitamiento del ingreso real y el empeoramiento distributivo se combinaron, dando por resultado un nuevo aumento de la incidencia de pobreza absoluta”, añade el estudio, y señala que “en los años subsiguientes hasta llegar al 2000, fue el continuado deterioro distributivo el único responsable de la elevación de la pobreza”.
La crisis de 2001
Así, durante la Presidencia de De la Rúa la pobreza aumentó nuevamente: según el dato recalculado por Cedlas, en octubre de 2001, meses antes de que renunciara en diciembre de ese año, alcanzaba al 46% de la población -medido con la vara actual-. Sin embargo, tras la sucesión de tres presidentes en una semana, en octubre de 2002, ya bajo el mandato de Eduardo Duhalde (PJ), la pobreza siguió aumentando y llegó al 66%.
El kirchnerismo
En mayo de 2003, cuando Duhalde entregó el poder a Néstor Kirchner (Frente para la Victoria), la pobreza era del 62%, según la estimación del Cedlas. En el gobierno de Kirchner se logró bajar este indicador, llevándolo a casi el 37% en todo el país en el segundo semestre de 2007. Según Arakaki, esta caída de más de 20 puntos se debió principalmente “a las políticas de recomposición de ingresos” fomentadas por el gobierno de Kirchner.
A partir del 2003, el INDEC comenzó a publicar información de la pobreza en 31 aglomerados urbanos. Pero, en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner (FpV), además de la manipulación de las estadísticas desde 2007, el instituto oficial directamente dejó de publicar datos de pobreza a partir de 2013. Los nuevos datos oficiales recién se publicaron en 2016, ya bajo la Presidencia de Mauricio Macri (Cambiemos).
Por eso mismo, se debe recurrir a estimaciones alternativas. Fernández de Kirchner asumió en diciembre de 2007 y en su primer mandato, según las cifras del Cedlas, logró bajar este indicador del 37% al 28%, según la actual vara. Sin embargo, en su segundo mandato la pobreza habría aumentado nuevamente hasta el 30%. Así, en el total de su mandato, la pobreza habría bajado de 37% a fines de 2007 a 30% a principios de 2015 (los datos de finales de 2015 no se publicaron por la emergencia estadística del INDEC).
A nivel de hogares, la pobreza también se redujo de un 42,5% a un 28,6% en el mismo período. Estas cifras aún son preocupantes, no solo porque significa que 4 de cada 10 ciudadanos que viven en la Argentina son pobres sino que, traducido a los números, se trata de 11,3 millones de personas, que viven en casi 3 millones de hogares distribuidos en todo el país. Además, 2,4 millones de personas vivían durante la segunda parte del año pasado, ya en plena administración libertaria, en la indigencia, lo que significa que el ingreso que tienen ya no les alcanza ni siquiera para comer diariamente.
La situación es más crítica en las regiones del Noreste (NEA) y Noroeste (NOA), donde la pobreza alcanza el 47% y 42,8% respectivamente. Estas cifras contrastan con la Patagonia (33,5%) y la región Pampeana (35,6%), que presentan los índices más bajos. Dentro del NEA, Gran Resistencia es uno de los aglomerados con mayor índice de pobreza (60,8%) y de indigencia (22,4%).
El ingreso promedio de los hogares pobres fue de $599.837 mientras que la Canasta Básica Total (CBT) promedio para el mismo grupo alcanzó los $952.313, lo que implica una brecha del 37,0%. Aunque hubo un aumento en los ingresos familiares promedio del 64,5% respecto al semestre anterior, este crecimiento no es suficiente para alcanzar la CBT ni la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que aumentaron 26,7% y 22,2% respectivamente.
Los niños y adolescentes son los más afectados por la pobreza. El 51,9% de las personas de 0 a 14 años vive bajo la línea de pobreza, mientras que en el grupo de 15 a 29 años la cifra es del 44,9%. En cambio, el impacto en adultos de 30 a 64 años es menor (33,6%) y se reduce significativamente en personas de 65 años y más, con un 16,0% de pobreza.
Limitaciones metodológicas que distorsionan la realidad
El Gobierno emitió un comunicado oficial celebrando la marcada baja en los índices de pobreza e indigencia registrados durante el segundo semestre de 2024, atribuyéndola a las reformas económicas impulsadas por la actual gestión, a la estabilidad macroeconómica, a la eliminación de restricciones y a la lucha contra la inflación, e insiste en que se trata de “un proceso real de baja de la pobreza” que marca un punto de quiebre respecto de las políticas previas.
Sin embargo, diversos especialistas y organizaciones sociales cuestionan la veracidad de estos datos y su interpretación triunfalista, y sostienen que estos números no reflejan completamente la situación económica real de la población.
Según Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), la mejora estadística que celebra el gobierno de Milei está lejos de reflejar un aumento genuino en el poder adquisitivo o la calidad del empleo. Más bien, se debe a un desfasaje metodológico que impide capturar adecuadamente el impacto del aumento de las tarifas de servicios básicos sobre la canasta básica (CBT), que se utiliza como referencia para medir la pobreza.
La CBT vigente se basa en patrones de consumo de 2005, obviando los cambios significativos en la estructura de gastos de las familias, especialmente en un contexto de fuerte incremento tarifario.
Gonzalo Assusa, investigador del Conicet, también pone en duda que la reducción de la pobreza se traduzca en una mejora real para la población. Señala que el descenso estadístico se debe principalmente a un incremento del pluriempleo y no a trabajos mejor remunerados. “Las familias están poniendo un sobreesfuerzo para suplir la pérdida de ingresos”, explica Assusa, advirtiendo que muchos de esos nuevos ingresos provienen de empleos precarios, sin derechos laborales básicos como vacaciones pagas, jubilaciones o acceso a salud. Además, sectores vinculados a servicios esenciales y trabajo público continúan siendo los más perjudicados, mientras que sólo se ven mejoras en rubros vinculados a las finanzas e inmuebles.
Otro punto crítico señalado por Salvia se refiere a la base de comparación elegida por el Gobierno para destacar la supuesta mejora. Los datos del segundo semestre de 2024 se contrastan con los del mismo período de 2023, que estuvo marcado por un pico inflacionario debido a la devaluación aplicada por el gobierno de Milei y la liberalización de precios. Al omitir estos factores, se presenta una baja en la pobreza que en realidad es menos significativa si se considera la estabilidad macroeconómica reciente como un mero efecto rebote.
Más allá de las cifras puntuales, Salvia advierte que la pobreza estructural en la Argentina continúa siendo alarmante. Este tipo de pobreza no se mide únicamente por ingresos sino también por carencias en educación, salud, vivienda, seguridad y alimentación. Según el investigador, aproximadamente un tercio de la población se encuentra en esta situación. La mejora de corto plazo en los indicadores oficiales no logra ocultar que las condiciones estructurales que perpetúan la pobreza siguen intactas. Para revertir esta realidad se requiere un compromiso sostenido de inversión en infraestructura social y políticas públicas inclusivas, que hoy están lejos de ser una prioridad.