Locuras de una “intransferible” compañía, repleta de vicios, psicología freudiana.
Eslabón medular de una cadena de sueños, generaciones, tal vez amor.
Virtuosidad de complicidades profundas, hondas, viajando junto a vos, sintiéndome diferente.
Los fragmentos de tus propias cortes, fueron enraizando vivencias en mis espacios más íntimos.
Transformándome, haciéndome parte de tu respiración, comencé a enamorarme.
Algunos de esos fragmentos se fueron, otros viven regresando, muchos permanecen.
Nada fue en vano, corrimos detrás de nuestros espejismos,
estiramos nuestros tallos sin vacilación, solos en un camino rebasado de vacíos.
Aprendiendo a resistir.
Necesitando oxígeno fuimos regresando a nuestras raíces,
a través de los instantes, de las distancias, de las pausas.
Cobijándonos en la identidad, algunas veces en la verdad.
Vivíamos creyendo, de manera inconsciente, que la vida se podía sortear,
retratando los modelos que nos habían sido impuestos.
Fue allí dónde nuestras piernas se volvieron a detener.
Sin caminar hacía atrás, fuimos retrocediendo.
Fugacidad de los tiempos que corren.
Modernidad efímera de miradas que no pueden sostener su propio equilibrio.
Hemos recorrido baldosas de infinitos colores, formas, texturas.
Cambiando nuestra propia realidad, transformando la de los otros.
Pequeñas plantas, que desde sus gajos, empiezan a crecer.
Contando nuevas historias, construyendo nuevas sensaciones, existiendo porque existimos.
Siendo una parte de nosotros, aunque ni siquiera lo sepan.
Las melodías de una vieja canción,
compás a compás, marcan una diferencia,
nos hacen diferentes, nos obligan a vivir en la diversidad.
Aún no hemos despegado, sin embargo nuestras rodillas comenzaron a flexionarse.
Detenimiento, mostrando ante la permeable multitud, aquello que pretendemos «ser».
Intentando, en un ego agónico, dejar marcada nuestra estirpe.
Acallando con desesperación a nuestro ombligo.
Sabiendo de antemano, que nos estamos equivocando otra vez.
Libertad transitada, no vivida.
Asalto de lucidez, cuidándonos, protegiendo a nuestras caricias más íntimas.
Mezquindad nacida en la propia inseguridad.
Pequeños tobillos que con temor, toman su propio envión.
Incomodidad momentánea que, sutilmente, desaparece.
Pieles que comienzan a caer, esencias que se empiezan a hallar.
Gajos de amor que viven en plenitud, en crecimiento.
Se nutren, nos nutren, se enriquecen.
Palpitamos en una misma ceremonia de melancolía,
llena de recuerdos, de dudas, de miedos.
Incontables comuniones de amor.
Nuestros propios obeliscos, al fin, están empezando a desvanecerse.
Ese falo transitorio, harto de buena sociedad, se está esfumando.
Nos estamos permitiendo sentir, Ser, vibrar.
Estamos generando un nuevo escenario de sensaciones.
¡Sentilo!
¡Juro que no te miento!
Transitemos juntos la buena vibración.
POR MARCELO MARTÍNEZ