Cómo se hizo ‘El Eternauta’, la serie argentina más esperada de 2025

Porculturaypunto

Mar 31, 2025

La atmósfera era inquietante. Es el otoño de 2020, el mundo, el país y Buenos Aires se hunden en el vacío y la confusión. Una epidemia dejó desiertas las calles y, a excepción de aquellas personas que cumplen roles esenciales, nadie puede salir de su casa. No hay clases ni vuelos, tampoco abren los clubes o restaurantes. En el aire se palpita un clima extraño y hasta el ecosistema parece haber mutado: irrumpen ejemplares de aves que nunca habían trepado estos árboles. El virus que provoca el encierro es un misterio.

En ese contexto semiapocalíptico, en medio de una Capital temerosa y ausente, Bruno Stagnaro y un puñado de colaboradores toman por asalto la ciudad y comienzan a registrar imágenes para una futura serie. En ella, Buenos Aires aparecerá como una aldea fantasma, atacada o invadida por una aparición. No, no están haciendo un documental sobre eso que le pasa al mundo: están registrando los primeros escenarios de El Eternauta, adaptación de la legendaria historieta en la que un grupo de amigos se ve sorprendido por la irrupción de lo desconocido: una nevada y la muerte masiva.

 En ese contexto, en esa Buenos Aires inesperadamente distópica de 2020, Stagnaro comenzó a trabajar en una serie distópica que originalmente estaba ambientada en la Buenos Aires de fines de los años 50, cuando la imaginó Héctor Oesterheld, su no menos legendario autor.

No bien comenzó su aventura, al director se le aparecieron los primeros desafíos estéticos, las primeras simples y a la vez grandes cuestiones a resolver. ¿Debía respetar a rajatabla escenarios, fechas y personajes o era mejor, en pos de la tensión narrativa y las necesidades modernas de la audiencia, adaptarla a la actualidad? Y en caso de modificar o incorporar algunos cambios, ¿significaba eso profanar el espíritu de una saga considerada de culto, una especie de biblia de la historieta? Vaya cuestión: meterse con un texto “sagrado” y aggiornarlo. La respuesta fue sí, porque la audaz propuesta de Stagnaro fue traer la trama a una Buenos Aires contemporánea y algo caótica, pero además sumarle personajes y secuencias que no aparecen en la obra original, como las tres chicas que navegan en un velero en las primeras imágenes de la serie.

Sentado en las oficinas porteñas de Netflix (plataforma que estrenará la serie el 30 de abril), Stagnaro, que se ha destacado por llevar adelante argumentos basados en tensiones sociales de distinta índole —de Pizza, birra, faso a Okupas—, ensaya una respuesta lógica para ese cambio, a la vez que revela la fascinación temprana que le despertó la historieta de Oesterheld y describe algunos secretos de esta larga peripecia fílmica [que más allá de Ricardo Darín, tiene en su elenco a Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra y Ariel Staltari, que además coescribió el guión].

“Siento que hay una especie de equívoco con la temporalidad de El Eternauta y creo que la decisión de Oesterheld, en su momento, puede leerse como que el tiempo del cómic es en los años 50, pero también puede leerse como que en realidad es hoy. Lo que digo es que el momento en que lo escribió, era el momento que él vivía. Justamente creo que un factor imortante en ese momento era la simultaneidad entre el espacio de la ciudad que vos conocías y la que veías reflejada en la historia. La decisión fue ser consecuente y leal con eso. Es una típica situación en donde, cualquier decisión que tomes, estás traicionando una parte. Sos leal a la decisión del autor de ser contemporáneo a la historia o sos leal con la temporalidad en que la escribió, pero que no es la tuya”.

Esa decisión implicó la posibilidad de que, por ejemplo, pudieran aparecer otro tipo de comunicaciones (celulares, mails, redes) en la serie. Parece un detalle, pero no lo es tanto, y hasta representaban un desafío casi ético.

Claro. Lo interesante es que, después de darle un par de vueltas al asunto, llegamos a un esquema en el que, paradójicamente, logramos obturar esos aspectos de la modernidad que nos resultaban molestos para el espíritu de la historia. Y lo hicimos de una manera muy simple, para que dejara de tener peso. Junto con el evento ocurre algo; no quiero adelantar situaciones de la trama, cuestiones que te hacen estar un largo rato pensando hasta llegar a un punto en el que sentís que es el equilibrio adecuado. Como lector de El Eternauta, con la autoridad que me confiere ser un fanático de la historia, de haberla leído de muy chico, pienso que es muy reaccionaria la idea de que como se escribió en el 50, debe ser fiel por completo a esa época. El corazón de la historia pasa por otro lado y nosotros fuimos al corazón. En el medio, sí, tomamos 80.000 decisiones, porque para serle fiel al corazón de la historia, tenés que tomarlas y, muchas veces, van en contra de la literalidad. Siento que en El Eternauta hay muchísimo puesto en la obra en sí y muchísimo puesto después, encima, con lecturas muy diversas.

Aquella idea matriz fue revolucionaria: por su equilibrada mezcla de ciencia ficción con elementos vernáculos y reconocibles, El Eternauta se convirtió en un fenómeno popular. Eran otras épocas: además de ser un objeto suntuario, la TV ofrecía pocas horas de programación. La lectura era una fuente inagotable de entretenimiento popular. Aun así, ¿qué es lo que la volvió adictiva para tanta gente, qué la convirtió en una obra canónica, como si fuera el Martín Fierro, pero de la ilustración? Como suele suceder, en esa operación sedimentada por el tiempo, confluyeron un puñado de factores, algunos visibles, otros abstractos, incluso intuitivos.

Ciertos pliegues del argumento contribuyeron a la construcción de su mitología. En primer lugar, en épocas de Guerra Fría, la amenaza de aniquilación de la especie humana, y su capacidad para adaptarse y sobrevivir. Esa amenaza, al principio sobre todo, era un vacío mudo, lleno de significado. En segundo orden, el hecho de que estuviera ambientada en una ciudad reconocible y en un tiempo presente, cercano. Pero también hicieron su aporte otros condimentos menores, como el hecho de que apareciera una contingencia inusual pero verosímil como la nieve. Parece algo pueril, pero en una era en la que el turismo invernal era un lujo reservado para pocos, es probable que una enorme porción de los lectores de El Eternauta nunca hubiera presenciado nevar. En el imaginario popular, era algo extraordinario. Ese elemento, la nieve, fue otro desafío para los creadores. Cómo filmarla, cómo resolver y hacer creíble su omnímoda presencia.

“Por un lado −retoma Stagnaro−, estaba la cuestión virtual de cómo resolver la nieve en la ciudad que, obviamente, era un personaje. Eso era un factor muy importante a desarrollar, un sistema para poder tener cuadras y cuadras de ciudad, no circunscribirse a una cuadra acá y a una cuadra allá [Los cuadros con calles enteras nevadas son impactantes]. Todo eso iba por el lado del laburo técnico virtual, de entender cómo hacerlo. Por otro lado, tenía la parte física, cómo darle materialidad a eso cuando estábamos filmando efectivamente en la calle. Eso fue un poco después de la pandemia, cuando comenzamos a preproducir en 2022, que empezamos a indagar en diferentes herramientas técnicas y texturas. Fuimos y vinimos varias veces, porque determinamos que lo mejor era una, pero, ya bastante avanzado el rodaje, nos dimos cuenta de que esa mierda era bastante tóxica. Estábamos respirando esa porquería, entonces dijimos: ‘Hagamos un equilibrio entre la estética y nuestra salud’. Ahí variamos”.

Que paradójico, además, filmar en pandemia una situación pandémica.

Esto fue un proceso larguísimo. Cuando salimos a la calle la primera vez, era el peor momento de la pandemia, no salía nadie, y había que hacer todo un quilombo para lograr los permisos. En ese momento, nos mandan a cada una de nuestras casas un kit: una máscara, el barbijo y los guantes. Era, básicamente, vestirnos de El Eternauta y salir. Salías y no había nada. Era increíble porque era exactamente la misma atmósfera. Hubo cosas de ese momento que a mí me gustan mucho y trato de defenderlas, porque creo bastante en esa cosa simbólica, de elementos que capturamos en ese momento de la ciudad, que hacen un recorrido gigante y terminan estando en el resultado final. Por ejemplo, hay una que me parece muy alegórica, que es el cartel que está en la General Paz, que es de una bebida, Dr. Lemon. Es un cartel gigante que dice: “Todo tiene su previa”. Efectivamente, estábamos en la previa capturando el cartel de “todo tiene su previa”, y ese cartel juega muchísimo en la historia. La razón es porque era el cartel que estaba cuando lo capturamos y me parecía (esto fue un tema de charla bastante profunda), que está bueno capturar la ciudad y detenerla en un momento. Eso incluye la publicidad que está en ese determinado instante, porque es un registro sociológico.

Entre los innumerables riesgos que implicaba realizar esta obra, uno de ellos era estar a la altura de un proyecto cuyo género, a excepción de films de culto como Invasión, prácticamente no tiene tradición en el país.

Ese fue otro desafío muy bueno. Siempre me interesó la ciencia ficción argentina, la localía, qué matiz le podíamos dar a eso. Más allá de la cuestión emocional que, obviamente, es muy importante y es un factor al que le dimos mucha bola, siempre tuve ganas de hacer algo que implicase un desafío en terreno virgen. Esto definitivamente lo fue.

No tenemos un gran linaje en ese aspecto en el cine. Sí de cómic.

Hay algunas cosas, tal vez no planteadas con esta escala. Parece una trivialidad lo que estoy diciendo, pero me interesaba el desafío técnico de cómo llevarlo a cabo. También me parecía un desafío narrativo de todo esto que estamos hablando, de cómo entrar ahí y salir parado. En un punto, era y es abrumador, pero está bueno, te mantiene en movimiento. Algo que también me parecía importante, que está en El Eternauta, se vincula con que siempre las cosas afuera son mejores. Me parecía interesante eso de El Eternauta, que ocurre acá, es nuestra cultura y nuestra identidad lo que está en juego, y son nuestras reglas. Parece que no, pero volviendo a lo técnico, hay una cuestión cultural que forma parte de algo que me interesó transitar, sostener, luchar y plasmar. Por eso me parece tan importante que los escenarios los hayamos diseñado nosotros, las reglas técnicas las pusimos nosotros, más allá de que laburamos con un montón de equipos de afuera, esta es nuestra historia.

Ese tal vez era uno de los mayores atractivos, el hecho de que es nuestra y que el tiempo y cierta resignificación durante el kirchnerismo hayan aumentado su carga de mitología.

Lo que rescato de la historia es que su mensaje está bueno, en una época donde creo que cae como anillo al dedo, de deshumanización total. Entender que hay un mensaje: la única salida es en equipo, el bien colectivo, y nadie se salva solo. Ese atractivo está bueno hoy, interpela. Más allá de un evento de ficción. Podés ver una serie, te puede gustar más, menos, te entretiene. Creo que esta interpela un poco, también te hace pensar, reflexionar: “¿Qué estoy haciendo por el bien común?”.

¿Cómo fue el trabajo con los actores y con Ricardo Darín en particular? Sé que hubo mucha discusión en el proceso de escritura del guion, para bien, en pos del producto.

Sí, de hecho, Ricardo, de alguna manera, termina siendo un colaborador autoral. Porque, en el transcurso de las charlas, fui sintiendo que él tenía algo para aportar en relación al bagaje de conocimiento de estructura narrativa. Muchas veces fue muy enriquecedor ese ida y vuelta, funcionaba muy bien y muy fluido. El trabajo, actoral fue trasladar lo que generalmente hago: por una parte, tengo una certeza de por dónde va y, por otra, es poner los elementos y seguirlos a ellos, terminar de entender lo que funciona y lo que no. Muchas veces vas con una idea preconcebida y, en la dinámica de laburo, te das cuenta de que va para otro lado y lo vas acomodando. Como director me siento más cómodo en ese lugar, antes que tener una idea preconcebida muy rígida. Me gusta mucho buscar en el set, me gusta la interacción ahí. Pero pienso que hicimos un buen equipo, siento que funcionó bien sentir de entrada que estábamos haciendo algo que implicaba un desafío enorme, de forma conceptual y en términos físicos. De algún modo replicamos esta dinámica grupal del bien común.

Dijiste que era un desafío técnico, pero también te estás metiendo con una historia muy arraigada a nuestra cultura contemporánea y que va a tener un montón de gente observándola. Va a estar el fanático que dirá: “¿Qué son estas tres pibas del comienzo? ¿De qué estás hablando?”.

Eso estuvo claro de entrada. Es imposible conformarlos a todos. Tampoco sé si me interesa meterme en esa dificultad. Siento que El Eternauta es una obra maestra, es hermosa, en mi vida ocupa un lugar muy importante. De hecho, encontré una entrevista que me hicieron en Página/12, cuando se estrenó Okupas, en 2000, y menciono a El Eternauta como una fuente de inspiración y como una influencia determinante, por esta cuestión del espacio y de la ciudad como un personaje. Después de eso, hay una cantidad de equívocos que se generan arriba de la obra, que honestamente me importan tres cominos. Voy a ir a lo que considero que es el corazón de lo que se cuenta, con la ingenuidad de un tipo que simplemente lo leyó y sintió algo. Ese es mi principal eje rector, lo que sentí cuando lo leí y tratar de amplificarlo a un medio que tiene otras reglas. Todo lo demás será lo que tenga que ser.

Por culturaypunto

Somos un grupo de periodistas, artistas, escritores y libreros que creemos que en la cultura yace el verdadero cambio. #lacosaesasi

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